
«Bregaremos para dar solución a las condiciones en que se desenvuelve la vida de la mujer que trabaja en la industria y en el campo, que percibe tan bajos salarios con una legislación muy deficiente para sus condiciones de trabajo, que está desamparada en su función de madre y que exige la absoluta obtención de sus derechos civiles.»
JULIA ARÉVALO MARCHA CON NOSOTROS.
Carlos Yaffe, 2016.
Nace el 1 de julio 1898 en Barriga Negra, departamento de Lavalleja, siendo la primera de los nueve hijos de una humilde familia campesina. Cursa solamente hasta cuarto grado de
primaria. Con nueve años su familia se traslada a vivir a Montevideo. A los diez años comienza
a trabajar con jornadas de diez horas, cobrando diez centésimos, en una fábrica de fósforos y
luego en una tabacalera. A los quince años se afilia al Partido Socialista, al que pertenece
también su padre, un trabajador de la Compañía de Tranvías.
En 1915 ya es reconocida por sus compañeros como dirigente del sindicato tabacalero,
destacándose por su oratoria, su valentía frente a las patronales y su gran capacidad
organizativa. En 1919, junto a su compañera de partido Paulina Luisi, apoya la huelga de las
chalequeras y pantaloneras. En 1920 participa en el proceso que lleva a la fundación del
Partido Comunista del Uruguay. Se casa joven y forma una familia numerosa, pues será madre
de seis hijos.
En la década de los treinta es una de las principales organizadoras de los trabajadores rurales,
y actúa también en las luchas políticas contra la dictadura de Gabriel Terra. En estas
circunstancias, sufre junto a sus compañeros la represión del gobierno, siendo varias veces
apresada por organizar actos opositores. En 1942 es electa Diputada, siendo una de las cuatro
mujeres que ingresan al Parlamento por primera vez en el país, y convirtiéndose en la primera
mujer parlamentaria comunista en América Latina.
Apoya firmemente las actividades de solidaridad con la República Española durante la Guerra Civil e integra el Movimiento Intercontinental de Mujeres, que combate al nazismo y al fascismo durante la Segunda Guerra Mundial. La intensidad de su lucha y la fogosidad de su oratoria hacen que la llamen «la Pasionaria uruguaya». De hecho, es amiga personal de
Dolores Ibárruri, «la Pasionaria», quien la invita en 1945 a participar en París en el congreso
fundacional de la Federación Internacional Democrática de Mujeres (FEDIM), de la que integra
su Consejo Mundial como vicepresidenta. En ese viaje conoce a Pablo Picasso. En 1946 es
electa Senadora y escribe el libro Crónicas de un mundo de heroísmo, donde relata sus
experiencias de aquel histórico viaje.
Como dirigente obrera y parlamentaria tiene un destacado papel en la defensa de los derechos
de los trabajadores y de las mujeres, impulsando leyes como la de los Derechos Civiles de la
Mujer en 1948. En 1958 es electa edila de la Junta Departamental de Montevideo. Con frío o
con calor, con o sin coche, de día o de noche, a sus sesenta años y con ocho operaciones en el
cuerpo recorre los barrios más apartados y olvidados de la capital interesándose por las
problemáticas de los ciudadanos. A partir del golpe de estado de 1973 y la posterior dictadura
cívico-militar, ya anciana, participa activamente en actividades de resistencia política al
régimen.
En sus últimos años vive rodeada de sus hijos, nietos y bisnietos. Fallece en Montevideo el 18
de agosto de 1985, pocos meses después de la finalización de la dictadura, recibiendo el
homenaje de todo el movimiento popular, que la recuerda como una de sus más admirables
figuras históricas.
Dedicó su vida a la lucha política y social, contribuyendo a la organización de los asalariados
rurales y defendiendo los derechos de las mujeres que se encontraban en condiciones de
extrema explotación. Como parlamentaria, trabajó en proyectos de ley tan importantes como
los que atienden a la protección del trabajo femenino, la maternidad, la equiparación salarial o
la jubilación de las empleadas domésticas, entre otros temas. Su atención siempre estuvo
centrada en lograr la justicia social.